"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante" -

Ernesto "Che" Guevara

María Arrastoa


Una sociedad despierta

“Empezó un tiempo diferente, más sigiloso,
 más bello y amenazante a la vez.”
Julio Cortázar.

En este ensayo, desde mi perspectiva, que es la de una estudiante secundaria, hablaré sobre todo de la función de la educación y de la manera en que la misma está dada hoy en día.

Según la enciclopedia, educación es “el proceso de vinculación y concienciación cultural, moral y conductual. Así, a través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos.[1]

De acuerdo con esta definición, resumo que la educación es vital para el desarrollo de un individuo en conjunto con su sociedad, y juega un papel fundamental tanto en los procesos sociales así como en los políticos.

Puesto que en la Argentina, estudiar no sólo es un derecho, sino también una obligación (o, al menos, lo es legalmente), y aceptando la definición mencionada anteriormente, es muy importante la manera en la cual, desde el Estado, se brinde la enseñanza.

Es muy importante porque la escuela pública, a lo largo del tiempo, siempre ha sido el reflejo de la sociedad que la hace funcionar.[2] La educación se brinda según los intereses que se condicen con una época determinada en lo que respecta a lo cultural, a lo comercial, a la moral, y a las necesidades de una nación.

Hoy en día, el concepto de “alumno” sigue vigente, y este término viene del verbo latino alere, que significa “alimentar”. Alere tiene el derivado de alo, alere y altum (el cual es originario de “alto”) y que es lo que pasa después de ser alimentado:  Se trata de un individuo al que hay que “alimentar” con el saber del educador para que, una vez terminado el proceso educativo, tenga las herramientas necesarias para poder insertarse en el mercado laboral y así costear su estilo de vida mientras produce un servicio a la sociedad. De esta manera, la persona que encarna al estudiante se convierte en un depósito de saberes brindados por un programa al que tiene que incorporar.

Esta visión del estudiante no puede seguir siendo la imperante. Si se trata a los sujetos como a depósitos, y no como a personas con una capacidad transformadora que hay que desplegar, lo que se está fomentando es que las necesidades de una sociedad se adecuen a las circunstancias: Lo cual traba su desarrollo.

Una sociedad no puede desarrollarse si no posee la capacidad de reflexionar sobre sí misma para así actuar, para adecuar las circunstancias a sus necesidades, para construir lo que responde a sus intereses, si no tiene idea realmente de cuáles son los mismos. No puede desarrollarse si no es conciente de su protagonismo y tiene instaurada la obligación de cumplir un rol pasivo.

¿Qué significa cumplir un rol pasivo? Significa ser inconciente, significa no cuestionar, no criticar, no construir alternativas: No transformar lo ya existente debido a no saber que se tiene la capacidad de hacerlo.

Si estamos hablando de conciencia y de reflexión, es porque son fundamentales a la hora de adquirir ciertos conceptos: Los contenidos que se nos enseñan en la escuela para ser entendidos de una manera más eficiente, necesitan de una mirada crítica. Mirada vital para darle un lugar a la acción: Sin reflexión no puede existir la acción, al menos no la acción transformadora, sino la conservadora que se repite una y otra vez aunque exista un cambio de coyuntura y que, a la larga, termina siendo contraproducente por su falta de adaptación.

Es fundamental, entonces, que desde jóvenes estemos conociendo, analizando y criticando nuestra realidad en función de mejorarla, y es aquí donde tiene que actuar la educación: “No hay realidad histórica –otra obviedad- que no sea humana. No existe historia sin hombres así como no hay una historia para los hombres sino una historia de los hombres que, hecha por ellos, los conforma”[3]

Si no se da lugar a que el estudiante analice los contenidos que le enseñan en la escuela y los critique, mientras sí se fomenta la incorporación intacta de los mismos, el sujeto no podrá analizar y criticar la sociedad en la que está inserto, pues los desliga de su realidad: Lo que representa su aprendizaje en la escuela será un mero trámite para él que olvidará después de un tiempo ya que no llegó a relacionar lo que ve del programa con su vivencia en el mundo, alienando su educación de su realidad.

Debe ser tarea de quienes brinden la enseñanza, escuchar lo que el estudiante tiene para decir y problematizarlo, hacerlo crítico. Debe tratarse que el estudiante se sienta involucrado en lo que está aprendiendo y tenga la libertad de aportar a lo que sea material de estudio. Así, la realidad del estudiante y lo que ve en la escuela están directamente relacionados y el aporte es mutuo: El aporte entre estudiantes, el aporte del profesor a ellos y el aporte de ellos a él. Esto es educación dialógica.

El hombre en sí es un sujeto dialógico que siempre tiene algo que transmitir y esto se lo da su carácter de ser histórico: El de reflexión de su pasado que lo condiciona en el presente. Debido a él, una educación, asimismo, dialógica siempre será más efectiva, pero sobre todo más producente. Dándose lugar a que los individuos interactúen entre sí y conozcan sus distintas realidades a partir de un tema en común (el que ven en la escuela), se demuestra que este no es ajeno, se crea un espacio de construcción de la realidad que genera una reacción, que a la vez conlleva necesariamente a una acción.

La acción transformadora es nada menos que la construcción de los hombres en interacción con ellos y con su realidad, es la conciencia del poder hacer.

Es necesario que el sujeto pueda sentirse transformador y responsable para que exista una acción transformadora. Nadie es ajeno a los procesos políticos y sociales que se gestan constantemente, y cualquier forma de encararlos es determinante, aunque esta signifique la no intervención en los mismos. Esta determinación es la que hace que los hombres tengan que sentirse libres de expresarse y para eso necesitan saber hacerlo, y eso debería lograrse mediante la educación, mediante el análisis conjunto de una realidad, y no mediante una enseñanza que equivalga a una instrucción (¿instrucción de qué? ¿Para qué debería el estudiante instruirse si no sabe porqué lo hace?): “Sólo existe saber en la invención, en la reinvención, en la búsqueda inquieta, impaciente, permanente que los hombres realizan en el mundo, con el mundo y con los otros”[4]

Si la acción debe ser conjunta, la conciencia no puede ser individual, porque es limitada, es parcial y trata sólo de lo que el sujeto singular vive y siente, y  porque no produce realmente un cambio: El cambio es la construcción conjunta, la liberación (porque al poder decir su palabra, los sujetos adquieren libertad de acción).

En las escuelas actualmente no se promueve esto, la escuela no forma sujetos transformadores, sino que se encarga de adaptar sujetos, y, es más, se podría decir que incluso hasta impide el análisis crítico para la acción conjunta: Hoy en las calles hay un gran movimiento de estudiantes secundarios de la Capital Federal pidiendo por arreglos edilicios en sus escuelas, becas y viandas para poder estudiar, y las respuestas que obtienen son simplemente impedimentos para su propia organización llegando incluso a las amenazas por parte de los establecimientos que se encargan de la educación pública.

Existiendo una juventud con la voluntad de manifestarse por lo que cree correcto y justo no sólo para sí misma sino que, tratándose de educación, también para su pueblo, para su sociedad, lo único que se hace es ponerle trabas a su ideal sin dar respuesta. ¿Es esto educación dialógica? ¿Es esto promover la acción transformadora, la conciencia y la reflexión en sujetos que han demostrado estar preocupados por su educación?

No lo es. La juventud que estudia y quiere participar políticamente no es contemplada ni en sus reclamos ni dentro del aula: La educación no se encarga de problematizar sus razonamientos o sus inquietudes, no se encarga de analizarlos en conjunto, no sirve para que los estudiantes puedan aportar mejor al desarrollo de la sociedad aún existiendo la voluntad expresa de los mismos.

Los jóvenes son los herederos del mundo, ellos son a quienes hay que apuntar en su aprendizaje. Ellos deben aprender a decir su palabra, a intervenir en su propia realidad. De esta manera se forma el buen funcionamiento de una sociedad íntegra, no de otra, pues todos serían actores concientes en construcción.

Para aprender, para educar,  sólo se necesita de educadores y de estudiantes, y ellos a su vez aprenden entre sí cuestionando e intercambiando. Esta es la educación que tiene un verdadero arraigo en los sujetos. “Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y por consiguiente infecunda.”[5]

“El concepto de autoridad que corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios no puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la sustancia misma de los estudios. La autoridad, en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando”.[6]

Finalmente, me gustaría destacar que si la escuela pública es reflectora de la sociedad en donde está inserta, que sea reflectora de una sociedad naciente, de una sociedad transformadora y constructora según sus propios intereses, propia voluntad. De otra forma, si no se refleja el compromiso de hacer valer los intereses de la comunidad para un mejoramiento de sus condiciones en los intereses de una comunidad educativa que quiere fomentar el enriquecimiento que se logra a través del aprendizaje percibido por quienes realizan el proceso educativo, la enseñanza que brinde la educación pública no tendrá verdaderos frutos en lo que respecta al progreso de una sociedad igualitaria, justa y libre, y cumplirá pobremente su función de formadora de sujetos pensantes y de didáctica para el crecimiento.

Dory.

Bibliografía:
-         Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire.
-         Graffiti de Julio Cortázar
-         Manifiesto de la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918.


[1] Wikipedia. “Educación”. Disponible en: [http://es.wikipedia.org/wiki/Educaci%C3%B3n] consulta: 26/08/2010
[2] Por ejemplo: Cuando el Estado estaba mucho más vinculado con la fe y la escuela dependía de la religión católica, se les inculcaba a los alumnos una determinada percepción del mundo, como puede ser inculcar el concepto de virtud cristiana: Concepto que hoy en día, con una educación laica, fue reemplazado por el del deber cívico.
[3] Freire Paulo (1986) Pedagogía del oprimido. Montevideo: Siglo Veintiuno Editores. Cap. IV, p.165.
[4] Upsit. Cap. II, p.73
[5] Federación Universitaria de Buenos Aires. La Juventud Argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica. “Reforma Universitaria de 1918. Manifiesto de Córdoba” 21/06/1918

[6] Upsit.