"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante" -

Ernesto "Che" Guevara

Julián Doberti

Libertad
Y jugué por ejemplo a los ladrones 
y los ladrones eran policías.
M. Benedetti

Esta noche veo tu cara,
pálida como siempre
y las facciones demacradas
de tanto esperar y esperar
que todo mejore,
que todo vuelva a la normalidad.

Pero no, ya no estás,
ya te vas y es demasiada
grande y corta mi angustia.
Ya no tomamos café y pensamos…
y creemos que luchamos por algo
que puede suceder
y que puede cambiar algo.

Ya no hacemos nada,
porque hace muchas noches
que no te veo ni te escucho
ni te siento… tan cerca y tan lejos
como antes,
como esa lluvia gris que cae incesante
desde afuera de mi ventana ciega.

Tal vez te convertiste en un recuerdo,
En esa eternidad hermosa que tienen algunos
Y aun así,
Me dejaste tu ausencia.

Ya no nos desvelamos en reuniones
hasta madrugadas heladas
ni imaginamos un futuro diferente
sin miedo, sin tristeza
sin muerte.
Ya no te puedo acompañar hasta tu casa
(para poder sentir juntos el amor en los años del odio)
Ni contarte tantas cosas,
y reír y llorar.

Y es que ya no hablamos
y es que el miedo me atrapa,
y tus viejos dejaron tu casa
y yo estoy solo,
mirando el reflejo de tu foto
que ya no representa nada,
como la lluvia que cae afuera,
que ya no es afuera,
porque yo tampoco estoy.
Ya me fui con vos a ese lugar…
que sin embargo existe.




Contrastes

Ernesto salió de su casa una tranquila mañana primaveral rumbo a su oficina en el centro de Buenos Aires, donde ocupaba el cargo de analista económico de alguna empresa extranjera. Era un hombre de estatura media, de grandes ojos oscuros y una formalidad en la vestimenta casi obsesiva.
Tomó el colectivo, se recostó en un asiento y el acompasado rumor del motor lo adormeció. Poco antes de llegar a la zona periférica que circunde al centro financiero porteño, el transporte disminuyó notoriamente la marcha y Ernesto observó por la ventana, que el tráfico intenso era ocasionado por una manifestación social, de las tantas que observaba desde el piso 21 de la torre donde trabajaba.
Con cierto malhumor por llegar tarde a la oficina, y por la movilización social y la metodología utilizada reflexionó: “¡Esto es insoportable! ¡Las personas que nos ganamos la vida con el trabajo debemos soportar a estos infelices que cortan las calles!”.

II

José salió de su vivienda precaria una tranquila mañana primaveral rumbo a la concentración social a la que había sido convocado. Las últimas noches había pasado hambre y la falta de agua le había impedido bañarse desde hace una semana. Era un hombre de estatura media, vestía ropas gastadas, que denotaban su condición social.
Tomó el tren, luego el subte y finalmente llegó a las proximidades del centro financiero porteño. Con decenas de personas con sus mismas necesidades laborales y de vivienda, cortó la calle. Desde los autos y los transportes recibió insultos de todo tipo y pensó “¡Esto es insoportable! ¡Las personas que no tenemos trabajo ni una vivienda digna debemos soportar los insultos de quienes tienen lo que nosotros necesitamos!”.

Julián Doberti


El hombre de los recuerdos

El hombre de sobretodo negro y expresión cansada caminaba con la mirada perdida aquella fría madrugada de Julio por las calles de algún barrio porteño, desolado, e iluminado únicamente por el tenue resplandor lunar que bañaba las calles en una melancólica atmósfera invernal. Esas calles, esos pasadizos urbanos que tanto habían cambiado desde los tiempos que sus recuerdos le traían a la mente, esas baldosas eternas, gastadas, donde tanta sangre había sido derramada, tantas huidas habían contenido…, y tantos horrores.
La figura meditabunda del sujeto ingresó, luego de vagar durante algunas horas, en una cantina que albergaba a los últimos suicidas de la noche y los borrachos desalmados que dormitaban en su ebriedad habitual.
Se sentó en una mesa apartada, limpió (con un aire de desprecio y tristeza) la superficie de madera oscura de viejas cenizas y encendió un cigarrillo. Ordenó, al poco tiempo, alguna bebida alcohólica que lo calentara y, casi sin esfuerzo, recordó… Se remontó en aquel sopor del bar a la lejana Buenos Aires de los ’70, en sus épocas de estudiante. Pudo ver en la salida del colegio ubicado en la calle Bolivar, cercano a la Plaza de Mayo, a tantos compañeros, al Roña Martinez, al Negro Jiménez y a las compañeras Julia, Franca… ¡Cómo extrañaba esas expresiones de alegría y entusiasmo!, ¡Cuánto daría por volver, aunque fuera por unos instantes a aquel momento bajo el sol de verano y sobre las escaleras del majestuoso Nacional de Buenos Aires!
Vio como Franca le entregaba algo, un pequeño papel, doblado y le susurraba al oído: “cuidado, miralo en otro momento”, y a su vez, pudo sentir un débil escalofrío, el riesgo de que algo estaba mal y su compañera estaba metida en eso. Luego de unos instantes otra situación breve y fugaz se apareció ante él: Julia y el Negro en un recreo, en un sector apartado del claustro pegaban obleas sobre la represión ilegal, bajo la mirada enfurecida de un preceptor…, recordó con mucho dolor las posteriores lágrimas de ambos una vez de regreso en el aula. La eterna y lacerante frase “Estamos fichados, Ernestito” Ernestito…, cuánto tiempo había pasado sin que nadie lo llamara así. Recordó con extrema nitidez las charlas telefónicas con el Roña, y los pedidos de dormir en su casa de los tres, y de rotar de vivienda, el temor a ser agarrados por los milicos, las quemas de libros, los llantos, los gritos, la música…
Y luego, ya con un incontenible dolor, la ausencia.
Pequeñas figuras de humo revoloteaban en torno al hombre y el ambiente se volvió sofocante. Dejó algunos billetes en la mesa y se retiró velozmente tomando una decisión precipitada, motivada por la profunda tristeza que tenía, el efecto del alcohol y el peso de la memoria que lo había agobiado durante tantas noches.
Hay ocaciones en que el pasado reaparece mucho más actual que el presente, y la sincronía histórica, en contraste con las ausencias y los cambios, se vuelve inaguantable.
El puerto de Buenos Aires no estaba lejos de la cantina, y luego de unos minutos llegó a la extensa costanera. Vio salir el sol en la lejanía, iluminando la ciudad con un resplandor dorado y cálido. Recordó a sus compañeros por última vez y unas lágrimas humedecieron su rostro agotado. Un leve movimiento de su cuerpo hacia delante, una suplicante mirada al horizonte y el hombre se dejó llevar hacia las turbias aguas del Río de la Plata, donde descansaban sus amigos, sepultados muchos años antes y en circunstancias diferentes.

J. Doberti



Toma de terrenos


Durante las últimas semanas se ha hablado mucho sobre la toma del predio de Villa Soldati, y la sucesiva toma de terrenos que precedieron a la misma. Se diferenciaron, a gran escala, dos posturas contrapuestas: la ideología reaccionaria del gobierno macrista y la “conciliadora” del gobierno nacional. Ambas, que no excedieron a lo discursivo, nos plantean causas y soluciones que poco tienen que ver con la problemática estructural que desde mi punto de vista ocasionó esa situación. Sin creerme capacitado para determinar con exactitud los motivos políticos o económicos que influyen en el hecho, me permito hacer algunos interrogantes que hasta ahora ningún medio de comunicación o gobernante ha respondido.

Se habló mucho sobre los “ocupas” y los “peligros” que estos traían, pero… ¿Qué persona desea ocupar un terreno baldío y vivir en condiciones precarias? Y además de esto, ¿Por qué estas personas son “peligrosas”? ¿Se le puede atribuir la causa de la pobreza y la usurpación de terrenos públicos a las políticas migratorias cuando se ejecutó solo el 12% del presupuesto destinado a vivienda?

Por otro lado, mucho se dijo de los vecinos, que salieron a agredir a quienes se habían asentado en el predio, pero… ¿Qué persona racional decide ir a balear a personas pobres, indefensas? Cabe resaltar, que no se trata de vecinos de clase media, o media alta. ¿Se puede disociar el accionar de los vecinos con las patotas y las barras bravas que responden a intereses políticos? ¿Qué lógica siguen aquellos defensores de “la seguridad y el orden?”? ¿Qué implica vivir en un país, en una ciudad “segura”? ¿Seguridad de quién, para quién? ¿Seguridad recibieron los ocupantes, que no tienen donde vivir? ¿Son delincuentes aquellos que no pueden acceder a un hogar y un plato de comida? ¿Qué valores tienen los políticos que piden “orden”, cuando poco y nada hacen por revertir las diferencias sociales que trabajan por profundizar? ¿Ese es el proyecto de país que queremos?

Las dudas que me planteo no son muy distintas a las que se plantean tantas personas, y la falta de respuestas se pueden deber a un interés implícito de los gobernantes de no reconocer que las 13.000 personas que habitan el parque de Villa Soldati y las otras tantas que se encuentran en circunstancias similares en otras zonas son el resultado de las falencias generadas por todos los que a lo largo de estos años acrecentaron la marginalidad social que explota e invade los medios transmitida de estas formas y que solo ahora, cuando ya es inocultable, amerita una solución que llega a destiempo.

Por eso, creo que es importante reflexionar acerca de lo que ocurre, la forma en que se lo retrata y el costado oscuro, el que nadie muestra, para poder entender que no somos víctimas de la pobreza, sino que la pobreza es la consecuencia de una sociedad que oprime, que excluye y que es responsabilidad de todos cambiar.

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Mariano Ferreyra era estudiante universitario en la UBA (CBC) y tenía 23 años cuando fue asesinado en una manifestación en la que participaba apoyando a los obreros tercerizados[1] del ferrocarril Roca.

Tal vez lo más indignante de este hecho sean los que efectuaron el crimen: los sindicalistas cómplices de los empresarios que respondían a intereses económicos y políticos determinados. Esto generó una lucha de trabajadores contra trabajadores, pobres contra pobres.

Los autores intelectuales de la matanza fueron los sindicalistas corruptos que en lugar de defender a los trabajadores como actores colectivos dentro de una empresa defienden sus negocios con patotas violentas y son los mismos que permitieron la privatización de los trenes en los 90’ con Menem.

No obstante, es importante percibir un paralelismo entre nuestra lucha interna, la que se presenta en contra de la burocracia universitaria, la de una mayor participación en la toma de decisiones y la otra lucha, la de los trabajadores contra la burocracia sindical que perpetua en el poder a las mismas personas durante más de treinta años y que se supone, y en los dos casos es falso, que representan a los intereses de las bases.
Entender la importancia de la lucha y la militancia como una forma de mejorar al país, al mundo y no como un motivo para asesinar, como una amenaza, es un deber fundamental de toda la sociedad, porque, indirectamente es la que permite y sufre estos acontecimientos. A su vez, hay que comprender que hay muchos Marianos Ferreyra que siguen siendo explotados, intentando defender los derechos constitucionales y terminar con la corrupción, y al poder ver esa realidad es que podremos comprometernos con una lucha inacabada, con las miles de luchas que debemos enfrentar en contra de las injusticias sintiéndonos hermanos unos de los otros, uniéndonos en pos de un objetivo colectivo para hoy y para siempre.


                                                                                             Delegados de 1º 3ª


[1]  La tercerización laboral implica la pérdida de los derechos de los trabajadores (afiliación sindical, salario mínimo, limitación a la cantidad de horas laborales, vacaciones, obra social, salario familiar por hijos, etc.) como efecto de impostar la pertenencia de un trabajador a una empresa fantasma esclavizante o como un proveedor independiente cuando en realidad es un trabajador de una empresa de mayor tamaño, en el caso de Mariano, el ferrocarril Roca.

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Análisis de la situación
La proyección de un futuro mejor que el presente en el que luchamos depende de las acciones que impulsemos. A partir del 14 de Julio hemos vivido momentos en que la politización se vio incrementaba y disminuida por de factores que seguirán latentes y que debemos poder contrarrestar.
Creo que la dicotomía que plantea la legalidad o la ilegalidad, el conformismo y la revolución, la construcción de un objetivo que innegablemente seguirá siendo abstracto y las formas para lograrlo debe poder resolver el camino a seguir a partir de la base de las posibilidades y la contemplación de triunfos parciales que se obtuvieron hasta el momento.
Entiendo que el cambio no puede esperar a un contexto que lo motive, y que por esencia debe estar impulsado por quienes creen en la democracia, en la transformación de la realidad acorde a las necesidades particulares de cada coyuntura y por eso considero que hemos llegado a un punto en que lo establecido en reglamentos, los pasos burocráticos de lucha se agotaron. Esto nos permite reflexionar acerca de lo que estamos dispuestos a perder, a ganar y lo que esa victoria significa. Entiendo que el debate circular e inconducente en que podemos caer debe evitarse y la resonancia de términos como “democratización” o “elección de rector” requiere que posean un contenido preciso.
No obstante, la debilidad del movimiento, el desgaste del proceso de lucha es visible y no se debe ignorar. La fuerza de la comunidad educativa requiere de la voluntad de todos los actores que forman parte de ella y la distorsión de la realidad, de los aparentes fracasos lograron una desmotivación importante en muchos compañeros. Sostengo la postura de que todo proceso de transformación y renovación de imposiciones que son injustas es extenso, y por eso se lo debe enfrentar conociendo sus dimensiones, pero no podemos restringir el proceso a pocos actores individuales, aislados de las bases que en un principio impulsaron la lucha. Esto, que no deja de ser cierto, también implica determinadas caracterizaciones de la coyuntura actual que considero erróneas. Se ha desmerecido injustamente nuestro contexto político y es importante comprender que la victoria sigue siendo un objetivo y una posibilidad a la que aspirar.
Es el deber de cada uno motivar el debate y la reflexión para poder seguir adelante en este proceso único de democratizar el colegio.

Julián Doberti

 
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El Observador.

El hombre observó la ciudad. Buscó con una mirada sutilmente melancólica aquel horizonte inagotable en que su imaginación le sugería que encontraría la torre de marfil. Miró las cúpulas de las majestuosas edificaciones y cansado reflexionó acerca de la simbología que desprendía tan poético escenario. 
Los hombres caminaban por las infinitas calles buscando distintas cosas: algunos, la forma más hostil de jactarse de los éxitos corruptos de sus empresas transparentes, otros, anhelantes del pan, mendigaban a los primeros. ¿Y si todo fuera parte de un sueño, una proyección que algún durmiente prestidigitador imagina en sus más crueles pesadillas? El onírico ir y venir de luces lo confundió por unos momentos. La perspectiva de estar buscando aquella torre en la que encontraría la Justicia lo obligaba a meditar si no se encontraba solo en ese utópico deseo. ¿Acaso los habitantes de esta ciudad no perciben la desigualdad que viven día a día? ¿No sienten esa incontenible necesidad de cambiar este presente, o la naturaleza humana, ya cansada de ser víctima de agravios e intereses económicos naturalizó tanto este marco hasta volverlo invisible? Meditó los últimos eventos del mundo y sintió pena, y después dejó de sentir.
La posibilidad de mejorar está ahí abajo, no en este aburrido cielo.
Desplegó lentamente sus alas y se perdió entre las nubes.

Julián Doberti


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La noche de los lápices
Julián Doberti
Cuando hablemos, cuando simplemente reflexionemos y abordemos la temática de la lucha del movimiento estudiantil secundario a través de los años, nos iremos dando cuenta que las protestas motivadas por este sector fueron fundamentales, y en muchos casos significaron contra-políticas al gobierno de turno. Por eso, cuando vemos que en el período más negro de la historia reciente de la Argentina el 21% de los 30.000 desaparecidos fueron estudiantes, no debe sorprendernos que ellos tuvieran tanta fuerza y significaran una amenaza tan grande para los genocidas.
Porque ellos fueron un grupo de jóvenes comprometidos con el país, con sus derechos, con una justicia que estaba ausente en todo el suelo argentino, y que sin embargo, representan a tantos otros adolescentes que tuvieron la desdicha de morir por el país, pero no por la patria armada, militar, asesina. Dejaron su vida por el cambio social, la finalización del régimen fascista, el genocidio como método de presión y el olvido como consecuencia. Esa fue la otra Argentina, la callada, la que intentaron silenciar, cuando los gritos torturados y la fuerza de los desaparecidos, que estaban presentes, terminaron destrozando la oscuridad que parecía no tener fin.
Es importante hacer un esfuerzo para reflexionar, para conocer y recordar, aunque sea por pequeñas imágenes, un pasado que no vivimos, pero que es propio y que no se debe repetir. Cuando se habla del olvido, del perdón, intervienen excusas que pretenden un moralismo y una consideración que se contraponen con la justicia y la democracia, con la condena a todos quienes participaron de algo que no tiene ningún tipo de redención. ¿Acaso siempre olvidamos lo que nos duele?, ¿Perdonamos lo que no queremos ver?, ¿La memoria es selectiva y solo puede contarnos aquello que nos resulta placentero? ¿Qué ideales maneja nuestra mente, el inconciente colectivo de una sociedad herida?
Los interrogantes que debemos hacernos no deben quedar en simples recordatorios de dolor y muertes, deben poder contribuir a la proyección de un futuro, en el cual no debemos cometer los errores de un pasado que debemos recordar. 
Tal vez los medios de comunicación, los diarios, las películas hayan retratado a sangre fría y con extremo detalle las torturas, las lágrimas y los alaridos de las víctimas del golpe, y es muy meritorio. Pero a su vez, es fundamental conocer los otros actores de este período, aquellos que por su suerte no fueron encontrados o buscados, y que simplemente quedaron solos, aislados de sus seres queridos, de sus amigos, que ahora permanecen desaparecidos. También, aquellos que, sabiéndose en riesgo, huyeron de un país, de una Argentina que estaba muriendo, escaparon, exilados, a otras tierras en las que ningún futuro les era garantizado. Y muchos no volvieron, no pudieron atravesar los límites difusos que aún persisten entre ese pasado y su presente. Otros, actualmente, de vuelta en su país, añoran volver a ver rostros que ya no existen, caminar por calles que la sangre cubrió, y visitar espacios que hoy en día guardan una significación antes inexistente. 
Por eso es que la política aún tiene atribuidos prejuicios, por eso es que los estudiantes, nosotros, que no hemos vivido esos años oscuros cargamos con estigmas heredados por la sociedad traumada. Pero, por eso, es que debemos volver a sacar a la luz, en nuestra condición de juventud emprendedora, aquellas cuestiones que muchos no tuvieron la posibilidad de hacer cuando eran como nosotros. Aquellos que se olvidaron de cómo meter un sobre en una urna, de que elegir era un derecho, y que la libertad también. Poder abrir un nuevo capítulo en la historia política, social y cultural de nuestro país es un compromiso ineludible que debemos adoptar tomando los antecedentes de nuestro pasado y sabiendo que es posible cambiar este presente para que no permanezca colmado de secuelas siniestras. Para que todos vivamos, desde hoy y para siempre, en democracia, en una Argentina de todos y para todos.



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Un cuento no tan cuento.

Injusticias
Esos ojos…

Es de noche, la calle está vacía. La infinidad de casas de cartón y lata cubren el horizonte de los ojos del joven. Está descalzo, sobre la tierra inmunda, rodeado de vidrios y desechos. Tiene frío, mucho frío, ya no aguanta. 
Entonces, mirando la inmensa luna que lo observa, que no lo discrimina, decide salir al mundo que se dedicó a ignorarlo, a marcarle a fuego que él no es normal, que es pobre y que no hay lugar para gente como él en la ciudad. Pero vence el miedo y sale, atraviesa descampados, callejones, pasadizos de hambre y dolor.
De pronto, la tierra se convierte en cemento, y la oscuridad en luz. Miles de destellos lo enceguecen y desconciertan. Un universo de edificios y luces se abre ante él. “Que hermoso”, piensa. Avanza por la vereda, oliendo los sabores, sintiendo las baldosas, observando a la gente que se aleja al verlo.
Súbitamente se detiene. Dos hombres lo observan, dos hombres de uniforme azul que están armados. Se acercan al joven y le dicen: “¿Qué hacés acá?, ya le dijimos a tu puta familia que se fueran… ¿Qué mierda no entendés?”  Y siente miedo. 
Lo agarran y arrastran hasta un auto, donde lo meten esposado y golpeado. “Por favor”, suplica “por favor…”, la puerta se cierra.
Luego de pocos minutos de marcha el vehículo se detiene y los hombres lo bajan del auto y lo tiran al pasto, se encuentra en un terreno alejado de la metrópolis, cercano a la villa donde vive. “¿Por qué no nos escuchaste, hijo de puta?, ¿Qué mierda querés que hagamos con vos?..., ahora cagaste”. Lo apuntan con un revolver. 
El joven recuerda lo que vio, aquella inmensa cantidad de gente alegre, que viste ropa nueva y viaja en autos importados. “Mirame cuando te hablo, basura”, vocifera el portador del arma. El pibe lo mira, y ya sin esperanzas contesta “nunca olvides estos ojos, que son los de miles de hombres y mujeres, nunca los olvides…”. Se escucha el disparo, un teléfono suena. El policía atiende.
 “Buen trabajo”, le dicen.

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El movimiento estudiantil secundario

Entiendo a la política como una forma de ayudar a la sociedad, a todas las personas del país y del mundo. Confío en que hacer política es el único medio para cambiar la realidad para bien, o para mal, pero no hay otro camino posible. En consecuencia de esto considero que la política es, al fin y al cabo, una forma de entender el pasado, construir un presente y crear un futuro.

Para lograr todos los objetivos que se plantean y se necesitan para poder vivir mejor, para lograr una mejor distribución de la riqueza, para garantizar los derechos que nos corresponden a todos por igual, para hacer escuchar nuestra voz y para poder movernos como seres pensantes, que reflexionan y quieren cambiar la realidad se necesita una participación activa de la sociedad en conjunto, apuntando a un avance colectivo y paulatino. En este deber innegable de preocuparse por construir un mejor país creo que los actores principales somos nosotros, los jóvenes, dirigentes del mañana, que debemos ver la realidad sin antifaz, sin presentarnos indiferentes ante cualquier injusticia y luchando permanentemente por la democracia y el bienestar común. Los medios para lograrlo son muchos…

Es por esto que debemos estar alerta permanentemente luchando por lo que nos corresponde a todos nosotros, para que la educación sea realmente un derecho y no un beneficio de las clases sociales más adineradas, para que la salud sea un derecho que no dependa de hacer cuatro horas de cola por camas disponibles, para acabar con tanto hambre, con tanto dolor. Por eso creo que debemos aprovechar cada oportunidad de expresarnos, de hacernos escuchar. Pero también creo que el cambio no se logra tomando un colegio cada dos días, ni planeando revoluciones. Desde mi punto de vista el pedido del pueblo debe ser suficientemente fuerte, sin necesitar de medidas extremistas para ser escuchados. Por eso hay que marchar, repudiar, organizarse y no perder la calma ni la esperanza.

Por eso es tan importante el movimiento estudiantil, por eso vos sos tan importante…


Julián Doberti